“En poco tiempo en el seminario pude sentir intensamente la alegría de proseguir a Jesús, la vida comunitaria es indudablemente una de ellas. Comunicar la oración, las comidas y la convivencia son un signo de Dios para mí, vivirlas con los hermanos me hace ver la voluntad de Dios para mi vida. De todas y cada una de las cosas, la que más alegra y sostiene es la participación día tras día en la Santa Misa, en comunidad. Es tal y como si nos ofreciéramos juntos en sacrificio en el altar. Vivir la Misa en comunidad es, indudablemente, lo que mantiene la vocación”. Elton Lima Vidotti, seminarista de la casa de capacitación propedéutica de nuestra diócesis.
“Cuando decimos nuestro “sí” al llamado que Dios nos hace, comenzamos a soñar lo que Él asimismo sueña para todos nosotros. Desde ese momento, si estamos atentos, nos ofrecemos cuenta de que el Señor pone en nuestro camino a otros muchos “soñadores”, esto es, personas que, con su historia, comparten el mismo sueño, que brota del corazón de Dios. De ahí que, mi mayor alegría vocacional es la convivencia con los hermanos en el camino: en todos y cada uno de los retos y adversidades, como en todas y cada una de las conquistas y alegrías, ¡sabemos que no estamos solos!”. André Chaves, seminarista de la casa de formación filosófica de nuestra diócesis.
“Dentre as maiores alegrias que trago nessa caminhada que percorri no seminário ao longo desses cinco anos, cito três: ter a oportunidade de amadurecer no conhecimento de mim mesmo e de minha vocação sacerdotal, à qual com a ajuda do Espírito Santo, vou redescobrindo a cada dia; poder compartir con mis amigos seminaristas la experiencia de un sueño común, ser sacerdote; sirviendo al pueblo de Dios en la mies del Señor, en la obediencia y en la mirada esperanzada de que estoy sirviendo al Reino de Dios”. Douglas Colácio, seminarista de la casa de capacitación teológica de nuestra diócesis.
“En primer lugar, mi mayor alegría vocacional está en el atractivo períodico de Jesús de Nazaret, que sigue llamándome para ofrecer respuestas nuevas, que se concretan en la misión a la que me llama. Además de esto, puedo mencionar: sentirme feliz de ser llamado y amado por Dios, servir a los jóvenes en el acompañamiento y discernimiento vocacional, pertenecer a una congregación misionera, vivir en fraternidad y haber popular en lo personal los lugares de origen franciscano”. Ir. Maria Consueuma Marques, Congregación de las Franciscanas Misioneras de Agarráis