Comunión con el Dios de vivos y muertos
No podemos olvidarnos de los muertos, pues ellos son los que verdaderamente viven. Nos acordamos de los muertos, porque con ellos establecemos una comunión única, solo posible a través del secreto de la gracia y sólo experimentada en el amor que Dios nos tiene, por el hecho de que Él es Dios de vivos y de fallecidos.
La celebración de la Misa de difuntos no es una moda reciente. La moda actual (lamentable) es ignorar el valor de la Misa de difuntos. Tal falta de conocimiento hay que al deseo de ignorar el acontecimiento siempre trágico y traumático que es la desaparición. Frente a ella, la revuelta nace mucho más de manera rápida: “¿Por qué Dios no logró nada?“, y el malentendido: “¡Si alguien debe fallecer, no fue él!”.
Es fe de la Iglesia que la Misa se ofrece por el perdón de los errores –y otras necesidades– de los leales vivos, pero asimismo por los muertos.
La memoria de los muertos es el día de hoy entre los centros sicológicos de la Misa. Es consensuado e incluso preciso mencionar públicamente sus nombres. En efecto, la desaparición nos deja abrirnos totalmente a Aquel que nos logró vivir en la tierra. Tanto es de esta manera que los vivos como los fallecidos distribuyen exactamente el mismo secreto de gracia: la incorporación a Cristo en su Cuerpo Místico. Por eso, vivos y muertos, nos encontramos realmente en la Eucaristía.
Con salvedad de la tierna memoria que hacemos de los muertos en las frases de la Iglesia, es bien sabido que nuestra temporada se esfuerza por olvidar públicamente la agonía y la muerte. Es un tema bastante desapacible y también inhibidor para los de hoy. ¿Es pues nos recuerda nuestros límites? ¿Será porque algún día nos va a tocar? ¿Va a ser por el hecho de que nos dijeron que seríamos “dioses prácticamente intocables” y que, tras todo, pereceríamos como los demás? ¿La desaparición, más allá de la separación, se siente como una derrota? ¿Será por el hecho de que en la muerte no vimos una señal de la presencia del amor de Dios? ¿Es “por esto”, es “por aquello” o “por todo”?
Es cierto que lo que nos divide de la comunión espiritual de los muertos también nos separa de la fuerza vigorosa del mensaje católico de la resurrección. Si pierdes uno, asimismo pierdes el otro.
La fe cristiana se expresa en la comunión del cristiano con Dios, en la comunión de los fieles entre sí, y asimismo en la comunión de los vivos con los muertos. Entre los fieles vivos y los fieles muertos hay una solidaridad de la que ambos se benefician.
En el momento en que oramos: “Dales, Señor, el descanso eterno entre los esplendores de la luz perpetua; Que descansen en paz. Amén”, estamos orando esa misma palabra de amor que nuestros hermanos fallecidos pronuncian sobre nosotros desde la plenitud de Dios, y es: “Tras las luchas, de la vida, da, Señor, a estos hermanos a quienes amamos como jamás en tu amor, el descanso eterno y que tu luz reluzca también sobre ellos”.
Esta es la plena comunión de los santos, la que ansiamos, la que profesamos y la que ya vivimos, aunque desde la perspectiva de la fe, no del amor pleno y definitivo.
La Eucaristía es un memorial de la Pasión y Muerte de Jesús. Por eso es el sitio donde mejor podemos recordar a los fallecidos. Allí recordamos la desaparición del Rey de la vida y profesamos su resurrección. De ahí que, el recuerdo de la desaparición de nuestros fallecidos es asimismo el de la resurrección. Es inhumano no recordar a los muertos.
Celebremos, pues, la Eucaristía con la seguridad de que en ella se moderniza la Novedosa Coalición. Que por medio de ella nos acerquemos a Dios con confianza, que fundamentemos en ella nuestra existencia, le demos consistencia y renovemos la comunión con Dios y los hermanos, o sea, retomemos el emprendimiento inicial de amor en el que Dios nos creó.
Padre Bantú Mendonca
Esperamos que le gustara nuestro articulo Comunión con el Dios de vivos y muertos
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios
