Cardenal Tempesta: Carta a las familias
Cardenal Tempesta: Carta a las familias

Queríamos estar cerca de nuestras familias para pensar sobre los términos de estos momentos y mirar con confianza hacia el futuro. La familia nos muestra tiempos nuevos, y nuestra reflexión debe proponer ideas y testimonios eficaces para estos tiempos.
Cardenal Orani João Tempesta, O. Cist. – Arzobispo Metropolitano de São Sebastião do Rio de Janeiro, RJ
El cariño familiar: vocación y camino de santidad
Nos acercamos al final del Año Mundial de la Familia Amoris Laetitia, que concluye este mes de junio con el X Encuentro Mundial de las Familias. Fin de una etapa, propuesta de nuevo trabajo por delante. Son puertas que se abren a un reto muy grande en estos tiempos: ser familia cristiana. Un trabajo muy grande e esencial para que las familias estén cada vez mejor preparadas para su esencial misión en la sociedad. Deseábamos estar cerca de nuestras familias para pensar sobre los términos de estos tiempos y ver con confianza hacia el futuro. La familia nos enseña tiempos nuevos, y nuestra reflexión debe proponer iniciativas y testimonios eficaces para estos momentos. El enorme ‘paraguas’ de la dimensión familiar reúne todos y cada uno de los matices de la pastoral familiar, así como los movimientos y encuentros de parejas y familias que hay en nuestra arquidiócesis con tantas ricas tradiciones e historias. Gracias por los esfuerzos de todos. Aparte de seguir los eventos internacionales con el Santo Padre, el Papa Francisco, los desarrollos arquidiocesanos nos ayudarán a ponernos cada día con las diversas realidades vicarias de nuestra iglesia especial.
- Acercamiento Mundial del Papa con las Familias.
Ofrecemos comienzo al X Acercamiento Mundial del Papa con las Familias, que este año se celebra en un tiempo de promesa y renacimiento, gracias a la pandemia del nuevo coronavirus, con el siguiente tema: Amor familiar: vocación y sendero de santidad, del 22 al 26 de junio de 2022.
El acontecimiento, a pedido del Papa Francisco, se realizará con ideas globales en diócesis de todo el planeta, similares a las que se efectuarán en Roma al mismo tiempo. Aunque Roma acoge el evento, cada diócesis se convierte en el centro de un acercamiento local para sus familias y comunidades. Todo ello con el objetivo de que todos se sientan protagonistas, en un instante en el que todavía es complicado viajar por la pandemia.
El Acercamiento Mundial de las Familias es una idea de la Iglesia Católica que nació por voluntad de San Juan Pablo II en 1994. Ese año, Naciones Unidas había proclamado el “Año Internacional de la Familia” y el pontífice deseó celebrar la ocasión en la Iglesia también. El 1er Encuentro Mundial de las Familias se efectuó en Roma los días 8 y 9 de octubre de 1994. Desde ese momento, cada tres años y en diferentes unas partes del planeta, se realiza un Acercamiento Mundial de las Familias.
Al mismo tiempo que empezamos este encuentro, asimismo estamos concluyendo el año que se dedica al estudio de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia y cuyo lema fue escogido: “El aviso católico sobre la familia es realmente una buena noticia(AL, 1). Una conmemoración se complementa con la otra y van de la mano, en un mismo propósito, que es vivir el amor y la misericordia en las familias.
Con motivo de estos 2 hechos, quisiese dirigiros unas palabras, con la intención de animar y animar la vocación a la vida de las familias cristianas en el planeta de hoy.
Hoy en día, en un mundo que se ha vuelto extraño y hasta hostil a la fe y a los grandes valores que impregnan la vida humana, las familias cristianas son de máxima importancia. El hogar cristiano es el sitio donde los niños reciben el primer anuncio de la fe y los cimientos de todo lo que llevarán consigo durante su vida. Por eso, el Concilio Ecuménico Vaticano II llama a la familia, utilizando una expresión vieja, “Iglesia doméstica”. Es dentro de la familia que los padres son los primeros maestros de la fe para sus hijos, con la palabra y el ejemplo.
Entendemos que muchos han perdido el sentido de ser familia, motivados así sea por la sociedad o por el gobierno, deseando cambiar el modelo de familia creado por Dios o incluso promoviendo divisiones en la familia misma, como progenitores que no hablan con sus hijos o al reves. Las familias cristianas han de ser protagonistas de la unión en medio de una sociedad marcada por las divisiones y las intolerancias, cuidando que nuestro hogar sea un hogar de paz, respeto y cariño; y que, más que nada, transmita la fe! En estos tiempos de pandemia, todos hemos sido testigos de de qué forma la familia fué el más eficiente refugio y rincón de santificación de la vida conyugal y familiar.
Sabemos que el hogar es la primera escuela en el planeta y en la vida cristiana. Es una escuela de enriquecimiento humano. Según el Catecismo de la Iglesia Católica, “la familia cristiana es comunión de personas, vestigio y también imagen de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Beato”. (n. 2205).
Es en las familias donde se aprenden los verdaderos valores, sean estos la ética, la fe, la educación, el respeto, entre otros muchos. Si deseamos construir un futuro mejor para este país, esta base debe iniciarse en la familia, enseñando valores cristianos a nuestros hijos y nietos, y diciéndoles la importancia y compromiso de proteger una familia.
Podemos consultar, al reflexionar más que nada esto, que la experiencia del amor, la justicia, la solidaridad nace en la familia y luego se amplía a una sociedad. Para proseguir el proyecto de Dios y, consecuentemente, vivir la alegría en plenitud, es requisito, aquí en la tierra, aquí en este planeta que tanto se esmera por destruir la familia, es requisito que sepamos defenderla, porque es el pilar de la sociedad y es en ella donde podemos cultivar, desde la mucho más tierna infancia, la fe, la esperanza y la caridad, virtudes que van a hacer de este planeta un mundo mejor y que, con toda certeza, nos van a conducir a la gloria del Padre.
La Iglesia siempre ha tenido un cariño especial por las familias, tomando siempre y en todo momento como un ejemplo a la Sagrada Familia de Nazaret. Es esencial ver a las familias reunidas en la Iglesia, participando juntas de la Eucaristía y de los sacramentos. Es muy rico ver de qué forma la fe se transmite de generación en generación, y las enseñanzas cristianas tienen que predominar en cada familia.
Oremos por nuestras familias, singularmente por aquellas que están pasando por dificultades, siendo las mucho más variadas. Como Iglesia Arquidiocesana, vivamos en un ámbito de oración, unidad y fraternidad estos días en los que vamos a estar mucho más íntimamente unidos a las familias cristianas de todo el planeta. Que la Sagrada Familia de Nazaret sea ejemplo para toda familia y la libre de todos los males y riesgos.
- El año de Amoris Laetitia
El 19 de marzo de 2021, en el Año de San José, la Iglesia festejó 5 años desde la publicación de la Exhortación Apostólica Post-Sinodal “Amoris Laetitia” sobre la hermosura y la alegría del amor familiar. Ese mismo día, el Papa Francisco inauguró el año “Familia Amoris Laetitia”, que concluirá el 26 de junio de 2022, con ocasión de la clausura del X Acercamiento Mundial de las Familias en Roma.
Se presentaron cinco objetivos para la experiencia del actual año, verdaderos pilares sobre los que se tienen que sustentar las ideas, a saber:
1. Dar a conocer el contenido de la exhortación apostólica “Amoris Laetitia– Hacer presenciar “que el Evangelio de la familia es alegría que llena el corazón y toda la vida” (AL 200). Una familia que revela y experimenta la alegría de tener un don y de ser don para la Iglesia y para la sociedad, “puede transformarse en luz en las tinieblas del mundo” (AL 66). ¡Y el mundo de hoy necesita esa luz!
2. El anuncio del sacramento del matrimonio es un don y tiene la fuerza transformadora del amor humano – Para ello es necesario que pastores y familias caminen juntos en la corresponsabilidad y complementariedad pastoral, entre las distintas vocaciones en la Iglesia (cf. AL 203). ).
3. Interpretar a las familias en la pastoral familiar – Para esto es necesario “un esfuerzo evangelizador y catequético dirigido a la familia” (AL 200), pues familia acólita se transforma asimismo en familia misionera.
4. Sensibilizar a los jóvenes – Sobre la importancia de formar en la verdad del amor y el don de sí, con iniciativas dedicadas a ellos.
5. Ampliar la mirada y la acción de la pastoral familiar – A fin de que sea transversal, tal es así que integre a los cónyuges, los hijos, los jóvenes, los jubilados y las situaciones de fragilidad familiar.
Estos objetivos tienen que continuar profundizándose, y hacemos un llamado a la Dimensión Familiar de nuestra arquidiócesis a ofrecer los pasos para llevar a cabo tan gran emprendimiento en estos tiempos tan complejos y bien difíciles.
El Año de la Familia “Amoris Laetitia” fue una iniciativa del Papa Francisco y pretendía llegar a todas y cada una de las familias del mundo por medio de proposiciones de carácter espiritual, pastoral y cultural. Somos muy conscientes de que la pandemia puso de relieve el papel central de la familia como iglesia doméstica y mostró la importancia de los nudos comunitarios entre las familias. (Familia de familias, cf. AL 87).
Este año estuvo marcado por la propuesta de un itinerario de verdadero sendero en familia, para el que se presentaron 12 trayectos pastorales: Trayectos Catecumenales (antes y después del matrimonio); Acompañamiento de cónyuges; Educación infantil; La hermosura y las adversidades de la vida familiar; Acompañamiento de parejas en crisis; Insertar matrimonios en estructuras para configurar agentes de pastoral y capacitación familiar, seminaristas y sacerdotes; Fomentar en las familias su natural vocación misionera; Desarrollar una pastoral de los jubilados; Involucrar al ministerio juvenil; Preparación del X Encuentro Mundial de las Familias; Acompañamiento y discernimiento de las familias heridas; Conjuntos de estudio sobre Amoris Laetitia.
El domingo 26 de diciembre de 2021, el Papa anunció en el Ángelus y publicó su Carta a los Esposos, con motivo del Año de la Familia “Amoris Laetitia”.
En esta Carta a los esposos de todo el planeta, el Papa expresa precisamente su estima y proximidad, singularmente en este período tan especial que vive toda la humanidad. De hecho, da fe de que “siempre y en todo momento recuerda a las familias en sus oraciones, en especial a lo largo de esta pandemia, que ha puesto a prueba a todos, en particular a los más vulnerables”. Este fue y sigue siendo un tiempo de incertidumbre, soledad y pérdida de conocidos cercanos. El amor conyugal en este tiempo se fortalece y la presencia en la familia con sus demandas hace más fuerte los lazos de comunión.
De qué forma Abraham, nuestro padre en la fe, (padre de las tres religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam) dejó su patria. Asimismo los esposos tienen que emprender el camino, en compañía de Dios, obedientes a la llamada divina al amor conyugal y al don personal. El noviazgo es ya una salida de la propia tierra, porque busca desde la pareja un sendero a dos, que culmina en el matrimonio, lugar donde mora Dios y sobre el que la convivencia futura es estable como una roca estable.
El Santurrón Padre asimismo llamó la atención de los esposos sobre sus hijos, especialmente los más jóvenes, a quienes deben ofrecer ejemplo y testimonio de un amor vivo y fiel; Criar hijos no es sencillo. Los jóvenes, siempre muy atentos, perciben el amor de Cristo presente en el amor de sus progenitores. Los hijos son un regalo y cambian la narración de la familia; tienen sed de amor, seguridad y seguridad. Los esposos forman a sus hijos, pero asimismo los forman a ellos. Educar es acompañar el desarrollo de crecimiento de vuestros hijos, tanto en el campo educativo como en el espiritual.
El Papa Francisco recuerda la identidad y misión de los laicos y laicas en la Iglesia y en la sociedad, en el trabajo y en la familia, en la comunidad parroquial y diocesana, según sus carismas y vocaciones; exhortando, por tanto, a los cónyuges a ayudar en el ámbito eclesial, particularmente en la Pastoral de la Familia, en la protección de las iglesias familiares, puesto que la familia es la célula fundamental de la sociedad.
Al tratar de la vocación marital, el Papa asegura que el matrimonio tiene la misión de asesorar un barco inestable pero seguro, mediante los sacramentos, en un mar de manera frecuente turbulento. Pero, como a los acólitos en el mar de Galilea, el Profesor no los deja, estuvo presente y las aguas se calmaron. Hoy, Jesús, no lo dudemos, está también presente en la barca nupcial, velando por los esposos y los hijos que, solo de esta manera, van a poder vivir en paz, superar los disconformidades y encontrar la solución a sus múltiples inconvenientes.
La conciencia de la fragilidad e impotencia de los esposos encuentra en las manos del Señor el ancla de sustento y elevación. En medio de una tormenta, los Apóstoles pudieron reconocer la realeza y divinidad de Jesús y aprender a confiar en Él; Él nunca nos abandona.
A la luz de estas reflexiones, el Papa recuerda ciertas situaciones familiares en este tiempo de pandemia que acabamos de atravesar, pero que propuso ocasiones que pueden volverse perennes: la convivencia, el diálogo, la preocupación, la aceptación, la entendimiento, tomarse de la mano, rezar juntos. ; expresa su proximidad y afecto a los cónyuges que llegaron a una separación, por malentendidos y discusiones. Les pide que no olviden el perdón, que cura todas las heridas. El amor humano es frágil y necesita del amor fiel de Jesús, con el que crear la “casa sobre la roca”.
Todavía como mensaje de su Carta, el Romano Pontífice se dirige, de forma particular, a los jóvenes que se organizan al matrimonio, invitándolos a seguir el ejemplo de San José, a mantener su confianza en la divina Providencia y a no dudar en buscar ayuda. en sus familias, iglesia y parroquia. También dirige un saludo especial a los abuelos y jubilados, quienes, en el periodo de aislamiento, padecieron mucho más por no poder ver a sus nietos e hijos. La familia no puede prescindir de los abuelos, por el hecho de que ellos son la memoria viva de la Humanidad.
Al final de su Carta, el Santo Padre invoca la protección de San José y de Nuestra Señora, a fin de que acompañen la vida conyugal. Y concluye: «Esposos, no les dejéis robar vuestra alegría y vuestra promesa, sino vivid intensamente vuestra vocación marital y la misión que Jesús os ha confiado, perseverando en la oración y en la «fracción del pan». En esta cultura del “acercamiento” los esposos tienen su misión, están llamados a dar testimonio, que creo se apoya en que el cristianismo mismo es la religión del encuentro, el Dios uno y trino que hace todo para hallarse con el hombre, que sale al acercamiento del hombre, haciéndose uno, en Jesucristo.
- La familia y la sociedad:
La familia es el ámbito privilegiado en el que cada uno aprende a ofrecer y recibir amor, el sitio donde se aprende a ofrecer la vida como don. De ahí que, la Iglesia expresa todo el tiempo su preocupación pastoral por este espacio primordial para la persona humana, donde aprende la relevancia de la entrega, del compartir y de la convivencia. De esta manera enseña en su Magisterio: “Dios, que es amor y creó al hombre por amor, lo llamó al amor. Al hacer al hombre y a la mujer, los llamó al matrimonio a una íntima comunión de vida y de amor entre ellos, “a fin de que ya no sean dos, sino más bien solo una carne” (Mt 19, 8)” (Compendio del CIC, 337).
Esta es la realidad que la Iglesia proclama al planeta sin cesar. San Juan Pablo II afirmaba que “El hombre se hizo “imagen y semejanza” de Dios, no solo por la humanidad misma, sino asimismo por la comunión de personas que el hombre y la mujer forman desde el comienzo. Se hacen imagen de Dios no tanto en el momento de la soledad como en el momento de la comunión.(Audiencia general del 14.11.1979). Es en la experiencia de comunión que testimoniamos y hacemos presente a Dios en la mitad del planeta y en las realidades cotidianas, sean las más fáciles o las más complejas.
La familia es una institución de mediación entre el individuo y la sociedad, pertence a los primeros instrumentos de socialización y nada puede reemplazarla por completo. Se basa más que nada en una profunda relación interpersonal entre marido y mujer, sostenida por el afecto mutuo, la entendimiento y la donación. En el Sacramento del Matrimonio recibe la ayuda abundante de Dios, lo que conlleva una auténtica vocación a la santidad. Solicitemos a Dios que los hijos contemplen mucho más los momentos de armonía y cariño de los progenitores, y no los de discordia y distanciamiento, por el hecho de que el amor entre el padre y la madre da a los hijos una gran seguridad y les enseña la belleza de la lealtad y la fidelidad. amor duradero, y también la base de toda relación armoniosa que van a tener durante sus vidas.
No olvidemos que la familia es un bien preciso para los pueblos, un fundamento importante para la sociedad y un enorme tesoro para los cónyuges durante su historia. Es un bien insustituible para los hijos, que serán fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. Anunciar la realidad integral de la familia, fundada en el matrimonio, como Iglesia doméstica y santuario de la vida es una gran responsabilidad de todos.
Padre y madre se dieron un “sí” total ante Dios, que forma la base del sacramento que los une; también, para que la relación interna de la familia sea completa, es necesario que ellos también digan un “sí” de aceptación a sus hijos, a los que han engendrado o adoptado y que tienen personalidad y carácter propios. De esta forma, medrarán en un clima de acogida y amor, y es de aguardar que cuando alcancen la suficiente madurez, deseen, por su parte, ofrecer el “sí” a quienes les dieron la vida. En un tiempo marcado por divisiones, exclusiones y polarizaciones, la familia vuelve a ser un rico instrumento en el que se enseña la acogida y la aceptación del otro.
Los retos de la sociedad actual, marcada por la dispersión que se produce, más que nada, en el entorno de las enormes urbes, hacen preciso que las familias no estén solas. Un pequeño núcleo familiar puede encontrar obstáculos bien difíciles de superar si se encuentra aislado del resto de sus familiares y amigos. Por lo tanto, la Iglesia tiene la compromiso de prestar acompañamiento, aliento y alimento espiritual que robustezcan la unión entre las familias, singularmente en las pruebas o momentos críticos. En este sentido, es primordial el trabajo en las parroquias, tal como en las distintas comunidades, llamadas a colaborar como redes de acompañamiento y asistencia a la Iglesia para el crecimiento de la familia en la fe.
Cristo siempre ha revelado cuál es la fuente suprema de vida para todos y, por tanto, asimismo para la familia: “Este es mi mandamiento: que les améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su historia por sus amigos(Jn 15, 12-13). El propio amor de Dios fue vertido sobre nosotros en el bautismo. Por tanto, las familias están llamadas a vivir esta cualidad de amor, por el hecho de que el Señor es quien garantiza que esto nos sea posible a través del amor humano, sensible, afectuoso y misericordioso, como el de Cristo.
Junto con trasmitir la fe y el amor del Señor, una de las tareas mucho más grandes de la familia es conformar personas libres y causantes. Por eso, los progenitores deben desarrollar en sus hijos la libertad de la que, desde hace cierto tiempo, son guardianes. Si ven que sus padres y, generalmente, los adultos que los cubren viven la vida con alegría y entusiasmo, a pesar de las adversidades, crecerá en ellos más de manera fácil este inmenso placer de vivir, lo que indudablemente les ayudará a superar los posibles obstáculos y molestias. que logre surgir la vida humana traerá. Además de esto, en el momento en que la familia no se cierra sobre sí, los hijos aprenden que toda persona es digna de ser querida y que existe una fraternidad universal primordial entre todos los seres humanos.
El X Encuentro Mundial nos invita a pensar sobre un tema de particular importancia y que encierra una compromiso para nosotros: “El cariño en la familia: vocación y camino de santidad”. El Catecismo de la Iglesia Católica lo expresa muy bien: “Tal como una madre enseña a sus hijos a hablar y de esta manera a comprender y comunicar, la Iglesia, nuestra Madre, nos enseña el lenguaje de la fe, para introducirnos en la entendimiento y en la vida de fe.” (n. 171).
Transmitir la fe a sus hijos, con la ayuda de otra gente e instituciones, como la parroquia, la escuela, los movimientos y otras comunidades, es una compromiso que los padres no tienen la posibilidad de olvidar, descuidar o delegar completamente. “La familia cristiana tiene por nombre iglesia doméstica pues manifiesta y realiza la naturaleza comunitaria y familiar de la Iglesia como familia de Dios. Cada integrante, según su función, ejercita el sacerdocio bautismal, contribuyendo a hacer de la familia una red social de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y cristianas y sitio del primer aviso de la fe a los hijos.(Compendio CIC, 350). Además de esto: “Los progenitores, como participantes de la paternidad divina, son los primeros responsables de la educación de sus hijos y los primeros anunciadores de la fe. Tienen el deber de querer y respetar a sus hijos como personas y como hijos de Dios. De forma especial, tienen la misión de educarlos en la fe cristiana.(Compendio, 460).
Los argumentos de la fe se aprenden en nuestros hogares, donde la fe medra y se hace más fuerte por medio de la oración y la práctica cristiana, una fe que se aprende primero a través del testimonio. Esta es la fe de la Iglesia que nace del amor de Dios, a través de las familias. Vivir la integridad de esta fe, en su extraordinaria novedad, es un gran don.
El don de la fe da un nuevo impulso para continuar anunciando el Evangelio de la familia, reafirmando su vigencia y también identidad desde el matrimonio abierto al don generoso de la vida y donde se acompaña a los hijos en su crecimiento corporal y espiritual. Así, se opone a una búsqueda exagerada del placer que está muy popularizada, que banaliza las relaciones humanas y las vacía de su auténtico valor y belleza. Promover los valores del matrimonio no impide gozar de forma plena de la felicidad que un hombre y una mujer hallan en su mutuo amor. La fe cristiana, por consiguiente, no pretende sofocar el cariño, sino más bien llevarlo a cabo mucho más sano, fuerte y verdaderamente libre. Para esto, el cariño humano precisa purificarse y madurar para ser totalmente humano y fuente de alegría verídica y duradera.
En este contexto, quisiese invitar también a los gobernantes públicos a reflexionar sobre el evidente bien que los hogares en paz y armonía garantizan al hombre, la familia, centro de la sociedad. La familia es una escuela para la humanización del hombre, para que se expanda y llegue a ser realmente hombre. En este sentido, la experiencia de ser amados por los progenitores hace que los hijos sean conscientes de su dignidad de hijos.
Los hijos concebidos han de ser educados en la fe, amados y protegidos. Los niños, con el derecho fundamental de nacer y educarse en la fe, tienen derecho a un hogar modelado en el de Nazaret y a ser preservados de todo género de divisiones y amenazas.
Pienso que sería importante referirme en este momento a nuestros estimados abuelos, que son tan esenciales en las familias. Este fué un tema recurrente del Papa Francisco desde que instituyó el “Día de los Abuelos”, y lo ha profundizado en sus discursos a lo largo de las audiencias de cada miércoles en este primer semestre de 2022. Los abuelos tienen la posibilidad de ser y muchas veces son garantía de cariño y ternura que todo humano necesita ofrecer y recibir. Dan a los niños la visión del tiempo, son memoria y riqueza de las familias. Desee Dios que por ningún fundamento sean excluidos del círculo familiar. Son un tesoro que no tenemos la posibilidad de quitar a las nuevas generaciones, especialmente en el momento en que dan testimonio de la fe frente a la proximidad de la muerte.
- Conclusión:
Paseemos contentos y con promesa, viviendo intensamente el X Acercamiento Mundial de las Familias con el Papa en Roma. Cuidemos nuestro bien preciado que es nuestra familia, tomemos el mayor tiempo posible para estar con ellos. Sí, es la familia que Dios nos dio, para cuidar y querer. Los tiempos fructíferos que hemos vivido este año tienen que traducirse en un nuevo dinamismo para la Pastoral Familiar en nuestra arquidiócesis. Espero que un nuevo ardor lleve adelante las bellas propuestas anunciadas ahora mismo y que la familia marque la diferencia en estos convulsos tiempos. El Papa Francisco fortalece en la Exhortación “Amoris Laetitia” que “La presencia del Señor habita en la familia real y específica, con sus sufrimientos, luchas, alegrías y propósitos cotidianos. Cuando vives en una familia, es bien difícil fingir y mentir, no puedes enseñar una máscara. Si el cariño anima esta autenticidad, el Señor reina en ella con su alegría y su paz. La espiritualidad del amor familiar se constituye de cientos de movimientos reales y concretos. Dios tiene su propia morada en esta variedad de dones y encuentros que llevan la comunión a la madurez. Esta distribución une “lo humano y lo divino”, porque está llena del amor de Dios. En definitiva, la espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino”. Que la alegría del amor familiar contagie a todos para recorrer juntos el camino de la santidad.
ORACIÓN OFICIAL DEL ENCUENTRO
Santurrón Padre, estamos aquí frente Ti para alabarte y darte las gracias por el gran don de la familia.
Te pedimos por las familias consagradas en el sacramento del matrimonio, a fin de que redescubran cada día la gracia recibida y, como pequeñas Iglesias familiares, sepan testimoniar tu presencia y el cariño con que Cristo ama a la Iglesia.
Te pedimos por las familias que pasan por dificultades y sufrimientos,
enfermedades o inconvenientes que solo Tú conoces: que Tú los mantenga y los realice conscientes del sendero de santificación al que Tú los llamas, para que experimenten Tu sin limites misericordia y encuentren nuevos caminos para medrar en el cariño.
Te pedimos por los pequeños y jóvenes, a fin de que te encuentren
y respondan con alegría a la vocación que les dispusiste; por sus progenitores y abuelos, a fin de que sepan ser signo de la paternidad y maternidad de Dios en el precaución de los hijos que, en la carne y en el espíritu, les encomendáis; por la experiencia de fraternidad que la familia puede dar al planeta.
Señor, haz que cada familia viva en la Iglesia nuestra vocación a la santidad como llamada a ser protagonistas de la evangelización,
al servicio de la vida y de la paz, en comunión con los sacerdotes y en todos y cada uno de los estados de vida. Bendice el Encuentro Mundial de las Familias. Amén.
São Sebastião do Rio de Janeiro, junio de 2022.
Orani John, Cardenal Tempesta, O. Cist.
Arzobispo Metropolitano de São Sebastião do Rio de Janeiro, RJ
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Esperamos que le gustara nuestro articulo Cardenal Tempesta: Carta a las familias
y todo lo relaciona a Dios , al Santo , nuestra iglesia para el Cristiano y Catolico .
Cosas interesantes de saber el significado : Dios