Cantalamessa: la condición esencial para ver a Dios es
“La palabra de Dios condena el vicio de la hipocresía, pero nos exige a cultivar la virtud de la sencillez”, son las expresiones de fray Raniero Cantalamessa en su primer sermón de Cuaresma.
Las meditaciones se realizaron este viernes por la mañana (15/03) en la capilla Redemptoris Mater para los integrantes de la Curia Romana
Manoel Tavares – Ciudad del Vaticano
El padre Raniero Cantalamessa, capuchino y predicador oficial de la Casa Pontificia, comenzó este viernes por la mañana, en la Capilla “Redemptoris Mater”, en el Vaticano, su primer sermón de Cuaresma sobre el tema: “Regresar a uno mismo”.
El Santo Padre y toda la Curia de Roma forman parte en estos viernes de Predicación de Cuaresma, que concluyen, esta mañana (15/3), los cinco días de Ejercicios Espirituales en Ariccia, cerca de Roma, predicados por el abad Bernardo Francesco Maria Gianni.
regresa a tu interior
En su primer sermón de Cuaresma, el Padre Raniero Cantalamessa meditó sobre el tema: “In te ipsum redi: Volverse hacia adentro“, tomado del pensamiento de San Agustín, – en continuación de las reflexiones del tiempo de Adviento, – sobre el salmo “Mi alma tiene sed del Dios vivo“.
A partir de este salmo, el capuchino pronunció su primer sermón de Cuaresma, reflexionando sobre “la condición esencial para poder ver a Dios es la pureza del corazón”. “Bienaventurados los de limpio corazón, pues ellos verán a Dios”.
“Pureza” tiene una extensa pluralidad de significados en la Biblia.
El Evangelio insiste, de modo particular, en dos aspectos: “la integridad de intenciones y la pureza de las prácticas”.
En el ámbito moral, la “pureza” por norma general se refiere al accionar en el ámbito de la sexualidad.
No tenemos la posibilidad de contactar a Dios, quien es espíritu, excepto con la colaboración de nuestro espíritu.
El pecado no deja ver la cara de Dios, transformándolo en antagonista o enemigo.
los puros de corazon
En este sentido, fray Cantalamessa no charlaba tanto de pureza de costumbres, sino insistía en otra expresión: los “limpios de corazón”, es decir, pureza o integridad de intenciones, virtud contraria a la hipocresía.
Es asombroso, dijo el Predicador, cuánto el pecado de la hipocresía –el más denunciado por Jesús en los Evangelios– apenas entra en nuestros exámenes de conciencia rutinarios.
No lo parece, pero la hipocresía domina prácticamente nuestro actuar del día a día.
Nuestra vida es como un teatro público, una máscara.
Esta inclinación humana innata se ve enormemente aumentada por la civilización actual dominada por la imagen: el cine, la televisión, Internet.
Hipocresía
Un célebre moralista definió la hipocresía como “el tributo que el vicio paga a la virtud”, conminando, sobre todo, a las personas piadosas y religiosas.
Un rabino, de la época de Jesús, afirmaba que el 90% de la hipocresía del mundo residía en Jerusalén.
La hipocresía es patraña y oculta la verdad; es, fundamentalmente, falta de fe, una forma de idolatría, que pone al Constructor en un segundo plano; es asimismo falta de caridad hacia el prójimo, doble vida y falta de sinceridad: “Hipócritas, quitad primero la viga de vuestro propio ojo y después quitad la paja del ojo de tu hermano”.
La palabra de Dios no se limita a condenar el vicio de la hipocresía, sino que nos impulsa a cultivar la virtud de la sencillez: “Sed sencillos como palomas y taimados como serpientes”.
La sencillez forma parte a quien se purifica con la verdadera penitencia.
De ahí que, el padre Raniero Cantalamessa concluyó su primer sermón pidiendo al Señor que nos acompañe, esta Cuaresma, en el sendero de la facilidad y la transparencia.
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