Ascensión del Señor, la certeza de que un día volverá
La Ascensión es una solemnidad ritual común a todas y cada una de las Iglesias cristianas, que se celebra 40 días tras la Pascua de Resurrección.
Con la Ascensión a los cielos termina la existencia de Cristo en el contexto histórico y comienza la crónica de la Iglesia.
En Brasil se celebra el domingo próximo
localidad del Vaticano
“Tras decir esto, Jesús fue alzado a la vista de ellos, y una nube lo apartó de sus ojos.
Prosiguieron viendo al cielo, mientras que Jesús subía.
Entonces se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, quienes les afirmaron: Varones galileos, ¿por qué estáis aquí, parado, viendo al cielo? Este Jesús, que ha sido tomado de vosotros arriba en el cielo, de esta manera va a venir como le habéis visto ir al cielo’” (Hechos 1:9-11).
El jueves de la sexta semana del tiempo pascual, en el Vaticano y en ciertos países del mundo, se festeja la Solemnidad de la Ascensión, que en Brasil y en otras naciones se festeja en domingo.
Estamos en el Tiempo Pascual, es decir, de alegría, de liberación de la desaparición y del pecado merced a la Resurrección, en el tiempo de la promesa de salvación.
Entonces Jesús se despide de nuevo de los apóstoles que en este momento están preparados para el despliegue, como niños adultos.
Sin embargo, la separación es solo aparente por el hecho de que el Señor, invisible, prosigue actuando en la Iglesia, y es temporal, pues un día retornará.
Fuentes históricas y orígenes de la solemnidad
Los Evangelios dicen poco sobre la Ascensión: Mateo y Juan terminan sus narraciones con la aparición de Jesús después de la Resurrección; Marcos le dedica la última oración del texto, mientras que Lucas detalla mucho más, especialmente en los Hechos de los Apóstoles.
En Hechos, Lucas detalla que 40 días tras la Pascua -un número muy simbólico en toda la Biblia- Jesús lleva a los apóstoles a Betania y, al llegar al Monte de los Olivos (por eso lleva por nombre Monte de la Ascensión), los bendice y les habla a todos antes de ascender al cielo y regresar al Padre.
En este discurso Jesús confirma la promesa de la venida del Espíritu que no los dejará solos y prefigura su segunda venida en el final de los tiempos.
La celebración de la Ascensión tiene orígenes viejos y es presenciada tanto por Eusebio de Cesarea como por la peregrina Egeria, y está influida por la tradición judía como por ejemplo en la imagen de la “ascensión” a Dios no sólo física –aunque catedrales y monasterios son casi siempre en situaciones elevadas – pero asimismo espirituales, entendidas como purificación y recogimiento para percibir su Palabra.
En un inicio se celebraba en Belén para enseñar que todo había comenzado allí y se unía a la fiesta de Pentecostés, conmemorada en la tarde del mismo día.
Pero en el siglo V-VI ya estaban separados, como lo prueban San Juan Crisóstomo y San Agustín, quienes dedicaron varias homilías a la Ascensión.
El concepto de la ascensión
Volviendo al Padre, Jesús completa un ciclo, que atravesó su vida humana para regresar al cielo, si bien sigue vivo y que se encuentra en la Iglesia.
Pero es merced al instante de la Ascensión que se supera esta dicotomía entre el cielo y la tierra: Jesús parte, pero sólo antecede -como hermano, como rey y como Hijo amado-, a todos y cada uno de los hombres en el paraíso, allí donde está Dios.
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Como hombre, Jesús había descendido a los avernos para socorrer a Adán y así, con la Ascensión, reitera de nuevo que el cielo es el destino al que debe aspirar el hombre, la santidad, en resumen el sentido del misterio de la Encarnación y el objetivo final de salvación La glorificación de la naturaleza humana, encarnada por el Verbo en toda su pobreza y luego elevada al cielo por Él, está realmente bien explicada en varias frases de la tradición bizantina en las que se sobrepasa la disputa entre el cielo y la tierra.
“A la diestra del Padre”
Existen muchos puntos dentro de los Evangelios donde Jesús prefigura lo que va a suceder en la Ascensión, por ejemplo en la Última Cena, en el momento en que anuncia “Voy al Padre”.
Y el lugar a la diestra del Padre es exactamente el sitio de honor, el Hijo amado que por amor se hizo carne, murió y resucitó para salvar a la humanidad.
Ese lugar es tuyo para siempre, porque Jesús, antes de ser hombre, era el Hijo del Padre y con Él tiene la gloria eterna.
Por consiguiente, Jesús asciende al cielo para empezar el reino que no tiene fin, pero asimismo para elaborar nuestro lugar en el cielo.
Si Jesús no volviese al Padre en el cielo, no habría redención ni salvación para el hombre: de hecho, sólo de este modo completa Su Resurrección enviando al Consolador al mundo.
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