Cuaresma: tiempo para actualizar la fe, la esperanza y la caridad. Tiempo de conversión traducido como cambio cualitativo de vida, cambio de actitud hacia las cosas, la gente y Dios. Tiempo para liberarse de las tentaciones de tener, poder y exitación. Tiempo de penitencia en preparación a la Pascua del Señor. El ayuno, la oración y la caridad son medios a fin de que vivamos esta espiritualidad penitencial que nos propone la Cuaresma en pos de la realización del proyecto de Dios en nuestra vida.
el rápido es mortificación corporal, dominio de los sentidos. Son movimientos externos que tienen que provocar un cambio interior. El que ayuna se hace pobre con los pobres. El ayuno así practicado nos hace medrar en el cariño a Dios y al prójimo.
Llega la oración personal y comunitaria animar la espiritualidad de la Cuaresma, nos hace poco a poco más libres y disponibles a las ideas de la acción de Dios. Nos lleva a sobrepasar la autosuficiencia ya admitir la soberanía de Dios sobre todas y cada una de las cosas.
La caridad es definida por el Catecismo de la Iglesia Católica como “(…) la virtud teologal por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios”. El cariño de Dios que no se expresa en el amor al prójimo no es verdadero; ni el amor al prójimo que no se base en una relación con Dios.
“El que tiene recursos de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, pero cierra contra él su corazón, ¿de qué manera puede estar el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino más bien en verdad y en verdad”. 1 Juan 3, 17-18
La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos, provocando el vínculo del compartir y de la comunión. Vivir una Cuaresma de la caridad significa cuidar a quienes están en condiciones de padecimiento y abandono, a través de la cercanía, la escucha y el compartir.
Lo poco, si se comparte con amor, no acaba jamás, sino que se transforma en reserva de vida y felicidad. Esto sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que ofreció el pedazo de pan que tenía al profeta Elías (cf. 1Rs 17, 7-16), y con el pan que Jesús bendice, parte y da a los discípulos para que lo distribuyan a la multitud (cf. Mc 6, 30-44). Lo mismo ocurre con nuestra limosna, pequeña o grande, que se da con alegría y sencillez. (Papa Francisco)
Que el Señor Jesucristo, modelo de oración y de vida, nos guíe en este sendero cuaresmal hacia la verdadera conversión y que el Espíritu de sabiduría y fortaleza nos sostenga en la lucha contra el mal, a fin de que tengamos la posibilidad celebrar con Cristo la victoria de la Pascua.
* Producto de Mércia Ferreira