OFICINA CENTRAL, 08 Mar. 21/06:00 am (ACI).- Hay quienes dicen que las mujeres no tienen permisos importantes en la Iglesia. Sin embargo, desde el principio del cristianismo hasta nuestros días, Dios suscitó mujeres que guiaron al Pueblo de Dios, influyendo también en el rumbo del Papado. Conoce a 9 mujeres que fueron ejemplares para la Iglesia.
1. La Virgen María
“Mujer, ¿depende de nosotros? Aún no ha llegado mi hora” (Jn 2,4), ha dicho Jesús a su Madre en las Bodas de Caná, en una boda a la que ambos habían sido convidados. Cristo escuchó a su madre, la primera mujer que acogió al Señor y motivó el primer milagro conocido de la vida pública de Jesús.
Los primeros siglos del cristianismo están llenos de mujeres valientes que no vacilaron en dar la vida por Cristo, animando a otros cristianos a no desistir llegado el momento.
2. Santa Hildegarda de Bingen
Posteriormente, durante la Edad Media, ya no se persiguió a la Iglesia, sino se vivió una cultura machista, propia de la época. Esto no fue impedimento para santa Hildegarda de Bingen (1098-1179), monja benedictina de origen alemán, que llegó a tener una serie de visiones místicas.
Escribió obras teológicas y morales de notable hondura y fue declarada Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI en 2012, adjuntado con san Juan de Ávila. Su popularidad hizo que bastante gente, incluidos obispos y abades, le pidieran consejo.
“Cuando el emperador Federico Barbarroja provocó un cisma eclesial, oponiendo 3 antipapas al Papa legítimo, Alejandro III, Hildegarda, inspirada en sus visiones, no vaciló en recordarle que asimismo él, el emperador, se encontraba sujeto al juicio de Dios”, dijo el Papa Benedicto XVI en su audiencia general sobre este beato en 2010.
3. Santa Catalina de Siena
Más tarde aparecería otra mística y Doctora de la Iglesia, Santa Catarina de Sena (1347-1380), quien vestía el hábito de la tercera orden de Santurrón Domingo. En esta temporada, los Papas vivían en Aviñón (Francia) y los romanos se quejaban de ser abandonados por sus obispos, amenazando con el cisma.
Gregorio XI hizo un voto secreto a Dios de volver a Roma y, al consultar a Santa Catarina, ella le dijo: “Cumple tu promesa a Dios”. El Pontífice se sorprendió por el hecho de que no le había dicho a absolutamente nadie sobre el voto, y después el Beato Padre cumplió su promesa y regresó a la Localidad Eterna.
Más tarde, en el pontificado de Urbano VI, los cardenales se distanciaron del Papa por su temperamento y declararon desierta su elección, designando a Clemente VII, que fue a residir a Aviñón. Santa Catarina envió cartas a los cardenales instándolos a admitir al genuino Pontífice.
El Santo también escribió a Urbano VI, instándolo a manejar los problemas con templanza y alegría, controlando su temperamento. Santa Catarina fue a Roma, a pedido del Papa, quien siguió sus normas. El Santurrón asimismo escribió a los reyes de Francia y Hungría a fin de que salieran del cisma. Tome un espectáculo de defensa del papado.
4. Santa Teresa de Jesús
Con el auge del protestantismo, la Iglesia se dividió y se festejó el Concilio de Trento. Son los años de Santa Teresa de Jesús (1515-1582), monja contemplativa que marcó a la Iglesia con su reforma carmelitana.
Pese a ser incomprendida, perseguida y hasta acusada en la Inquisición, su amor a Dios la impulsó a fundar nuevos conventos y optar por una vida más parca, sin vanidades ni lujos. Sumergida muchas veces en éxtasis, nunca dejó de ser verdadera.
Siendo Santa Teresa D’Ávila relativamente inculta, dialogó con miembros de la realeza, personajes consagrados, integrantes eclesiásticos y beatos de su tiempo para proporcionarles consejos, recibir asistencia y llevar a cabo lo que ella se había propuesto. Se transformó en autora mística y también es Doctora de la Iglesia.
5. Santa Rosa de Lima
Al otro lado del mundo, en América, más precisamente en el Perú, Santa Rosa de Lima (1586-1617) tomó como modelo a Santa Catarina de Sena y se omitió de quienes la buscaban por su enorme belleza, para ser con la capacidad de vivir en la virginidad, sirviendo a los pobres y enfermos.
“Probablemente no hubo misionero en América que con su predicación lograra mucho más conversiones que las que Rosa de Lima obtuvo con su oración y mortificaciones”, dijo el Papa Inocencio IX al referirse a la primera Santa de América.
San Juan Pablo II ha dicho de la santa que su vida simple y austera fue “un testimonio elocuente del papel definitivo que jugó y juega la mujer en el anuncio del Evangelio”.
6. Santa Teresa de Lisieux
Del amor de los esposos franceses Louis Martin y Zélia Guérin, canonizados en el mes de octubre de 2015, nació santa Teresa de Lisieux (1873-1897), doctora de la Iglesia y patrona universal de las metas.
Santa Teresa vivió sólo 24 años. Un año tras su muerte, basado en sus escritos, se publicó el libro “Historia de un alma”, que conquistó al planeta porque dio a conocer cuánto había amado esta monja a Jesús.
“Teresa do Menino Jesus y también da Sagrada Faz es la más joven de los ‘Doctores de la Iglesia’, pero su ardiente camino espiritual manifiesta tal madurez, y las intuiciones de fe expresadas en sus escritos son tan vastas y profundas, que merecen un lugar entre los grandes maestros del espíritu”, dijo san Juan Pablo II sobre este santurrón.
El Papa Francisco asimismo ha comentado en varias ocasiones la profunda devoción que le une a este santurrón y ha compartido en uno de sus viajes que antes de cada viaje o frente a una inquietud, acostumbra pedir “una rosa”.
7. Santa Edith Stein
A lo largo de la persecución nazi en el siglo XX, surgió en Europa otra gran mujer, una conversa del judaísmo, monja carmelita descalza y mártir, Santa Edith Stein, también conocida como Santa Teresa Benedita da Cruz (1891-1942).
Adjuntado con otros judíos conversos, las autoridades la llevaron al campo de concentración de Westerbork en venganza por la declaración de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos contra las deportaciones de judíos.
Santa Edith fue trasladada a Auschwitz, donde murió en las cámaras de gas, junto a su hermana Rosa, también transformada al catolicismo, y otros muchos de su pueblo.
San Juan Pablo II afirmaría de ella: “Una hija de Israel, que a lo largo de la persecución de los nazis continuó, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo. ”.
8. Santa Teresa de Calcuta
El testimonio de Teresa de Calcuta (1910-1997) de ser útil a Cristo en los “mucho más pobres de los pobres” enseñó que la mayor pobreza no estaba en los suburbios de Calcuta, sino en los países “ricos” en el momento en que faltaba el amor o en sociedades que dejaban el aborto .
“Para lograr amar, se debe tener un corazón puro y hay que rezar. El fruto de la oración es la profundización de la fe. El fruto de la fe es el amor. Y el fruto del amor es el servicio a el resto. Esto nos transporta a la paz”, ha dicho el premio Nobel de la Paz de 1979.
En su canonización en el mes de octubre de 2016, el Papa Francisco mencionó que “Madre Teresa, a lo largo de su vida, fue una generosa dispensadora de la misericordia divina, haciéndose libre para todos, acogiendo y defendiendo la vida humana, de los no nacidos y de los abandonados y descartados. . Se comprometió en la defensa de la vida, proclamando incesantemente que ‘los que aún no han nacido son los mucho más débiles, los más pequeños, los mucho más miserables’”.
9. Santa Gianna Beretta Molla
Para finalizar esta lista de grandes mujeres que modificaron el planeta y la historia, recordamos a Santa Gianna Beretta Molla (1922-1962). Esta santa italiana enfermó de cáncer y decidió seguir con el embarazo de su cuarto hijo, en vez de abortar, como le sugirieron los médicos para socorrer su historia.
Gianna estudió medicina y se especializó en pediatría. Su labor con los enfermos se resumía en la próxima frase: “Como el sacerdote toca a Jesús, así los médicos tocamos a Jesús en el cuerpo de nuestros pacientes”.
Se casó con Pietro Molla, con quien tuvo 4 hijos. A lo largo de su vida, logró equilibrar su trabajo con su misión como madre.
Gianna murió el 28 de abril de 1962, a los 39 años, una semana tras dar a luz. Fue canonizada el 16 de mayo de 2004 por el Papa Juan Pablo II, quien la nombró patrona de la defensa de la vida.
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