11 lecciones aprendidas de Zaqueo en la Biblia
La historia de Zaqueo es un relato breve pero importante de cómo debemos acercarnos y responder a Jesucristo. Aquí hay 11 lecciones que podemos aprender de su historia (Lucas 19:1-10).
#1 Nadie está más allá del ahorro
Se nos dice que Zaqueo era un rico recaudador de impuestos (Lucas 19:2). Comprender cómo sucedió esto es fundamental para comprender la gravedad de este relato.
Los recaudadores de impuestos eran odiados por los judíos. Eran agentes del Imperio Romano, recaudando gravámenes e impuestos para César. Tenían amplia autoridad para enjuiciar a quienes no pagaban y también podían aumentar sus tarifas más allá de lo que realmente se requería, siempre que enviaran la cantidad apropiada a Roma. Como tal hombre, Zaqueo había acumulado grandes cantidades de riqueza ilegítima.
El hecho de que él fuera judío lo convierte en una doble traición: no solo está afligiendo a sus compatriotas, sino que lo está haciendo como alguien que ha profesado lealtad al gobierno romano a través de sus acciones. No era mejor que un traidor y traidor. Pero Jesús pronto señalará que incluso un hombre como este puede ser salvo.
#2 Haz lo que sea necesario para llegar a Jesús
Los hombres judíos no corrían porque les pareciera indigno, y nunca se subían a un árbol porque estarían expuestos a los que pasaban por debajo de ellos. Tales acciones serían consideradas vergonzosas y por debajo de un miembro respetuoso de la comunidad. Pero cuando Zaqueo escuchó que Jesús venía, corrió delante de la multitud y se subió a un árbol solo para verlo (Lucas 19:4). Hizo lo necesario para llegar a Dios, sin importar lo que pensaran los demás.
#3 Escuche la Voz de Jesús y Responda
Jesús se dirigió directamente a Zaqueo y le dijo lo que esperaba de él (Lucas 19:5), y Zaqueo “se apresuró y descendió”, lleno de alegría porque Jesús se había acercado a él (Lucas 19:6) e hizo todo lo que estaba a su alcance para obedecer. A él.
#4 Prepárate para recibir a Jesús en tu corazón
Zaqueo demostró que estaba listo para escuchar a Jesús a través de sus acciones: sin duda tuvo que dejar sus tablas de impuestos, su sustento y símbolo de sus ganancias mal habidas, para buscar a Jesús. Había roto todas las normas sociales para acercarse a Él, y cuando Jesús finalmente le habló, Zaqueo respondió de inmediato.
Su mente y su corazón estaban preparados de antemano y dispuestos a responder cuando el Señor lo llamara. Debemos aprender a adoptar esa mentalidad y actitud con Jesús nosotros mismos.
#5 Esté preparado para enfrentar sus prejuicios
La respuesta de la multitud alrededor de Jesús también es muy reveladora. Despreciaron a Jesús porque había elegido comer con alguien que pensaban que era un pecador (Lucas 19:7). Despreciaron a Zaqueo porque pensaron que no se podía salvar: había tomado sus decisiones y le había dado la espalda a su pueblo, por lo que se negaron a buscar su bien para tratar de alcanzarlo ellos mismos.
Jesús rompió a través de estas dos barreras con frecuencia. Se enfrentó a las ideas preconcebidas de la gente acerca de los «pecadores» al decir que ellos eran las mismas personas a las que Él vino a salvar ya ministrar.
La próxima vez que pienses que alguien no es amado o que está más allá de la salvación, recuerda esta historia y el ejemplo de Jesús. Nadie está más allá del poder de Su mano para redimir.
#6 Reconocer a Jesús como Señor y Salvador
Zaqueo se dirige a Jesús como “Señor” (Lucas 19:8) cuando le habla. Este es el primer paso crítico para comenzar una relación con Dios: reconocer a Jesús como el Señor de tu vida. Ninguna otra persona, cosa o prioridad debe acercarse jamás a la influencia y el señorío de Jesucristo. Sí, es cierto que Él nos salva, pero el punto de Su salvación es que podemos usar nuestras vidas redimidas y restauradas rindiéndonos a Su voluntad sobre la nuestra.
#7 Haz lo que sea necesario para cambiar tu vida para mejor
Zaqueo promete tomar medidas drásticas para corregir los errores que ha cometido y vivir su vida de una manera mejor y más justa: promete dar gran parte de su riqueza a los pobres e ir más allá para pagar lo que tomó ilegalmente. de otros (Lucas 19:8).
Tales acciones habrían agotado gran parte, si no toda, la riqueza de Zaqueo. Bien pudo haberlo dejado sin nada cuando terminó, pero eso no le importaba. Todo lo que le importaba era seguir a su Señor. Sus prioridades finalmente se aclararon; el dinero ya no era el motor de su vida. Con gusto podría renunciar a ella por el bien de seguir a Jesús.
#8 Cede a lo que Dios pone en tu corazón
Puede que no seamos llamados al mismo nivel de extravagancia en nuestro dar que Zaqueo se comprometió, pero cada vez que Dios pone un camino o una acción en tu corazón, no debes compararlo con alguien más o tratar de justificar un curso menor. Eso es para que cada uno de nosotros decida por su cuenta; podemos buscar consejo sabio y considerar las implicaciones de nuestras acciones, y siempre debemos considerar si tales sentimientos provienen de Dios o de nuestros propios pensamientos. Pero la conclusión es que debemos ser obedientes a cualquier cosa que Dios nos diga que hagamos para seguirlo.
Zaqueo fue movido por el amor de Jesús para hacer las cosas que prometió. Para él, esos eran pasos necesarios para demostrar que se había sometido completamente el resto de su vida a Dios.
#9 La fe y las acciones son diferentes, pero funcionan juntas
Zaqueo no se habría justificado simplemente regalando su dinero. Tampoco se habría justificado por tomar cualquier otra acción. Esas eran señales externas de un corazón cambiado.
La Escritura enseña en otra parte que las motivaciones de nuestro corazón son lo importante, no solo nuestras acciones. Podemos seguir la Ley al pie de la letra, o podemos marcar cada casilla que signifique para otros que somos fieles discípulos de Cristo. Pero si hacemos todas esas cosas con deseos o motivos egoístas, a la larga no nos servirá de nada.
Nuestras obras no nos salvan; sólo la fe en Dios hace eso. Pero una manera en la que podemos estar seguros de que nuestra fe es real es si es seguida y llevada a cabo por nuestras acciones. Nuestras buenas obras son un signo de fe, no una puerta de entrada a ella.
#10 Esté dispuesto a aceptar a otros creyentes
Después de su encuentro con Zaqueo, Jesús proclamó que él era un “hijo de Abraham” (Lucas 19:9) y dijo que la fe de Zaqueo lo había salvado. Jesús conocía los deseos del corazón de Zaqueo y sabía que realmente cambiaría, y también sabe lo mismo de nosotros.
Si nos encontramos con alguien que anteriormente pensábamos que no podía ser salvo, y muestra prueba de verdadero arrepentimiento y salvación, debemos aceptarlo rápidamente con la evidencia de su vida cambiada.
#11 Recuerda por qué vino Jesús
Jesús reiteró el propósito de Su ministerio: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar ya salvar a los perdidos”. (Lucas 19:10) Debemos recordar eso en nuestro propio ministerio personal para Dios, y tener eso como nuestra meta guía para cumplir la Gran Comisión.